07 jun Tiempo sin Aire, criticas
Revista de prensa con algunas de las críticas que ha cosechado la última película que protagoniza Juana Acosta
Jordi Costa, El Pais: Contagio de la crueldad
En Agallas (2009), su debut en el largometraje, Samuel Martín Mateos y Andrés Luque se acercaron al universo del narcotráfico gallego para proponer un eficaz thriller donde brillaban la descripción estética de ese microcosmos presidido por un atroz buen / mal gusto y el intenso y sorprendente papel que bordaba Hugo Silva. En Tiempo sin aire,su segundo trabajo, son conscientes de tener otra interpretación excepcional en sus manos —en este caso, Juana Acosta como inquietante madre coraje que viaja de Colombia a Tenerife para consumar una venganza—, pero el proyecto aporta un plus de ambición que no siempre cuaja en decisiones afortunadas.
Tiempo sin aire se sitúa a medio camino entre el thriller de venganza y ese modelo de melodrama tremendista para la era de la globalización que suele practicar Susanne Bier.
Las más visibles debilidades del conjunto llegan de la mano de una historia de amor que parece más condicionada por el determinismo de guión que por la necesidad narrativa. El pasado alcohólico del personaje interpretado por Carmelo Gómez también suena a pie forzado y, si bien hay rasgos sumamente interesantes en la caracterización del personaje —su impulso a considerar la presencia de la protagonista y su hijo como una bendición personal—, algunas omisiones provocan cierta perplejidad: ¿por qué el personaje jamás se pregunta por el objetivo final de las pesquisas de su compañera?
Estos reparos no son obstáculos insalvables: la película tiene claro lo que quiere contar —el efecto devastador de la transmisión de la violencia, la crueldad como contagio— y logra vencer su dispersión en su contundente tramo final.
Mirito Torreiro, Fotogramas: Para interesados en historias contemporáneas
Titánica madre en busca de una venganza que sabe que no le restituirá lo perdido, María (inmensa Juana Acosta) recorre medio mundo en busca del asesino y violador de su hija adolescente. La cámara de Martín Mateos y Luque la sigue, primorosa, pero no se pronuncia: este trabajo corre por cuenta del espectador. Esta estrategia, que ordena y recorre ‘Tiempo sin aire’, ilustra a las claras sobre la, con perdón, ética de la puesta en escena: sin que nos nieguen la identificación con su protagonista absoluta, los directores prefieren hacer que cada personaje tenga sus razones. Y que alguno incluso, el más impensable, guarde algún secreto.
Anécdotas y retazos de muchos conflictos contemporáneos, de los más sangrientos, están convocados en el film, radiografía de los duros costes humanos de la tragedia colombiana, pero también, como querría el más aviesamente inteligente Hitchcock, una impensada historia de amor. Thriller y denuncia, historia de amor y madura refexión sobre el horror contemporáneo, termina resultando un ejemplo de fi lm para disfrutar y pensar, sufrir y denunciar… eso que cada vez falta más en nuestro cine.
Federico Martín Bellón, ABC: El oxígeno de la venganza
Tras echarle «Agallas» a su debut conjunto, Samuel Martín Mateos y Andrés Luque se adentran en una guerra aún más complicada, con las FARC colombianas enredadas en un guión que en sus primeros compases parece inseguro o incluso artificialmente complejo. Juana Acosta, la acertada protagonista, cada vez más centrada en papeles por encima de sus evidentes virtudes físicas, compone un personaje extremo, el de una madre con la memoria cuajada de llagas. Su nada envidiable vida hace escala en Tenerife, donde conoce a Carmelo Gómez, psicólogo del colegio al que acude su hijo, no menos traumatizado. Es en la cercanía entre estos tres seres sufridos donde la película empieza a tomar el aire que le negaba su título. Carmelo vuelve a acomodar un nuevo papel en su corpachón de gran actor, mientras asoman en el reparto los jóvenes Adriana Ugarte (ya una estrella de la tele) y Félix Gómez, en el papel más difícil, al menos de justificar ante sus padres. Dará que hablar en un futuro cercano, no sólo en España.
La película es dura, no gustará a todos e incurre en inconsistencias, pero contiene a la vez grandes virtudes, una historia de venganza difícil de olvidar y un par de giros estremecedores, con retazos de talento. Cuenta además una historia distinta. La valentía también merece el aplauso.